Miguel Ángel Gallardo Ortiz,
ingeniero y criminólogo,
PERITO JUDICIAL PRIVADO
Apartado 17083-28080 Madrid, Tel. móvil: 619.77.64.75
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914743809,
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Un análisis
criminalístico del crímen de los Galindos
para Canal 9 y EL MUNDO TV, en directo el 28.11.05, a las 24 horas
con tres hipótesis criminalísticas, abiertas a la
discusión y al debate
Todo caso no resuelto puede, y debe ser analizado utilizando
métodos de la lógica y las matemáticas más
rigurosas. Es algo más difícil hablar con rigor
criminalístico de lo que no se conoce, que de lo que puede ser
fácilmente observado, mostrado, demostrado, probado y
comprobado, pero cuando sólo podemos elaborar hipótesis
más o menos certeras y pertinentes, debemos ser especialmente
cuidadosos para plantearlas criminalísticamente bien, al menos,
con rigor lógico y matemático. Evidentemente, lo que
más importa en un crimen no resuelto policialmente es la identidad del autor, o de los autores, sus
cooperadores y sus cómplices, identidades a las que
sólo se puede llegar idealmente por indicios y presunciones,
más indagaciones, nuevas comprobaciones y así
sucesivamente hasta llegar lo más cerca que sea posible de
cuantas evidencias, pruebas indirectas e inferencias resulten
relevantes. El por qué, cómo, cuándo, dónde
y el qué de cada indicio sirven, o deberían de
servir, para inferir una autoría en base a pruebas (documentos,
testimonios, pericias y reconocimientos policiales o judiciales).
Posiblemente, la mejor prueba sea la confesión, pero incluso
ésta puede ser contradictoria, y falsa, por lo que tampoco puede
condenarse a todo el que confiesa un crimen, entre otros motivos porque
tal vez el auténtico culpable pueda quedar impune así,
definitivamente.
Las técnicas
de atribución de autorías de asesinatos forman
parte de la criminalística más dura, que es la que debe
fundamentar una acusación formal. Pero las técnicas de
atribución de autorías no siempre forman parte de
ciencias duras en las que no caben interpretaciones subjetivas y
libres. En este sentido, la grafología o la geología, son
mucho más blandas que la genética o la topografía,
porque en estas últimas, aunque también quepan
interpretaciones, sus grados de libertad están muy reducidos.
Una identificación genética basada en suficientes
secuencias es siempre mucho más fiable que la atribución
de la autoría de una firma o anónimo, de la misma manera
que una medición topográfica es, siempre que se utilicen
los instrumentos adecuados, mucho más fiable que una
estimación geológica. En cualquier caso, es
imprescindible distinguir muy bien entre datos e interpretaciones,
porque la confusión entre unos y otros puede ser muy
engañoso incluso, y esto es lo más terrible, para
policías, fiscales y jueces. Sobre técnicas de
atribución de autorías en general, pero especialmente
sobre documentos sofisticados, hemos publicado un trabajo sobre
estilemas criminalísticos en http://www.cita.es/estilema
Dicen los grandes expertos de Scotland Yard con los que yo tuve el
privilegio de tratar en 1992, que siempre hay algo del criminal en el
escenario del crimen, pero también, y es muy importante tenerlo
en cuenta en toda investigación, siempre queda algo del
escenario, y de las víctimas, en el criminal (ya sea en su
mente, en su cuerpo, en su bolsillo, o en su esfera de influencia), por
lo que la introspección criminológica con técnicas
criminalísticas es muy importante para cualquier planteamiento
investigador de casos no resueltos, como sigue siéndolo el de
los Galindos. Los buenos criminalistas preguntan al criminal que todos
llevamos dentro. Y el mío, el que siempre me acompaña
aunque yo no quiera, tal vez tenga una triple personalidad, porque me
dice que hay tres hipótesis abiertas que resisten,
todavía, más de 30 años después, cualquier
refutación policial, pericial o jurídica. Las
formularemos más adelante, pero antes hay que dar una base
lógico-matemática suficiente.
La teoría del análisis matemático ofrece algunas
herramientas intelectuales para clarificar un poco más lo que no
se conoce. Para explicarlas con palabras y con conceptos sencillos hay
que recordar lo que es una ecuación (como pueda serlo un dato o
un indicio que podría plantearse a su vez como otra
ecuación) y una incógnita (como pueda serlo una
identidad), y a partir de ahí, considerar, al menos
instrumentalmente, que existe un sistema general de ecuaciones como
éste:
f1 (x1, x2,.......
xn, t) = 0
f2 (x1, x2,.......
xn, t) = 0
...
fm (x1, x2,.......
xn, t) = 0
En el que cada f
es la formalización de un dato o indicio, y cada x es una
incógnita, siendo t
la variable tiempo. Para quien ha estudiado matemáticas
superiores, a partir de esta sistematización de lo desconocido (x1, x2,....... xn, t)
en rigurosa relación con lo conocido (f1,
f2,....... fn), se distinguen 3 tipos de
problemas (el cuarto es el peor de los posibles, cuando hay falsedades
y también más incógnitas que ecuaciones):
Los incompatibles,
en los que alguien miente, o hay errores que producen contradicciones
porque ninguna incógnita puede tomar dos valores distintos, y a
veces, podemos no saber el auténtico valor de una
incógnita, pero sí que hay dos posibles valores de los
que sólo uno puede ser cierto. El principio de no
contradicción es la base de la lógica y por
extensión, de toda la Ciencia, incluyendo en ella a cualquier
especialidad criminalística. Algo más discutible es el
principio del tercio excluso, por el que algo es, o no es, sin que
pueda existir una tercera opción, porque caben interpretaciones
relativistas que tampoco son admisibles si hay contradicción,
porque el principio de no contradicción es el más fuerte,
el superior, el que domina todo el pensamiento científico.
Los indeterminados,
en los que faltan ecuaciones, o lo que es lo mismo, datos, indicios o
pistas para inferir lo que no conocemos. En mi opinión, el crimen de los
Galindos se encuentra en esta categoría, porque faltan algunos
datos, indicios o pistas para que sea resuelto, o en mayor rigor, para
que pueda llegar a ser resuelto algún día, mediante un
sistema de análisis criminalístico determinado, y
compatible, es decir, sin falsedades indetectables.
La teoría analítica anterior, basada en sistemas de
ecuaciones, es una simplificación útil, que debe ser
aplicada con prudencia y cuidado, porque hora que el más
pequeño ordenador tiene potencia de cálculo suficiente
como para despejar cientos de ecuaciones en pocos instantes, no es
más fácil resolver problemas criminalísticos que
hace 30 años. Además, la lógica y sus leyes
aplicables a la resolución de problemas criminalísticos
nunca podrá ser automatizada, y siempre será necesario el
talento pericial para plantear hipótesis certeras. Tal vez se
pueda sistematizar el procedimiento de comprobaciones, pero las
proposiciones lógicas siempre tendrán algo de irreptible,
de innovador, de artístico, incluso en la criminalística
más rigurosa. Para comprender lo que aquí pretendemos no
sólo hace falta haber estudiado algo de LÓGICA
CLÁSICA (aristotélica), LÓGICA SIMBÓLICA,
LÓGICA DE ENUNCIADOS Y LÓGICA PROPOSICIONAL, sino que
también hay que tener ideas claras para detectar falacias, como
por ejemplo puedan serlo las Falacias formales (non sequitur), Falacias
Inductivas o las Falacias de Irrelevancia, por cierto, demasiado
frecuentes en el periodismo amarillo. Para evitarlas, recomendamos
tener presente lo expuesto en http://www.cita.es/falacias
En todo caso sin resolver puede cuestionarse la criminalística
aplicada hasta la fecha, y en casos como el de los Galindos, pasado
cierto tiempo, por ser desafíos para todos los criminalistas
vocacionales, deberían de hacerse efectivos los derechos que
emanan del artículo 105 de la Constitución
Española para posibilitar el acceso a los archivos y registros
públicos, incluyendo los policiales, fiscales y judiciales. Un
CD-ROM con todos los documentos de los autos escaneados sería
útil para la criminalística, la enseñanza de la
criminalística, y el conocimiento de sus límites reales
por la sociedad, desde una perspectiva histórica. Esta idea va a
ser expuesta en el próximo
IX CONGRESO NACIONAL DE CRIMINALÍSTICA Y CIENCIAS FORENSES
(IX
NATIONAL CONGRESS OF CRIMINALISTICS AND FORENSIC SCIENCES )
V CONGRESO INTERNACIONAL DE CRIMINALÍSTICA Y CIENCIAS FORENSES
(V
INTERNATIONAL CONGRESS OF CRIMINALISTICS AND FORENSIC SCIENCES)
VI CONGRESO IBEROAMERICANO DE CRIMINALÍSTICA Y CIENCIAS FORENSES
(VI IBERO-AMERICAN CONGRESS OF CRIMINALISTICS AND FORENSIC SCIENCES)
que se celebrará en Iguazú, Argentina, del 16 al 19 de
agosto de 2006, según anunciamos en http://www.cita.es/congreso/criminalista
Considerando todo lo anterior, las fuentes públicas y varias
obras y noticias publicadas sobre el crimen de los Galindos (más
abajo se ofrecen 3 artículos recientes bastante ilustrativos con
relevantes datos y referencias), podemos apuntar 3 líneas
hipótesis, cada una de ellas con múltiples variantes
distintas:
PRIMERA
HIPÓTESIS.- El autor o los autores tienen una
relación desconocida, y probablemente muy débil, o muy
indirecta, con las víctimas. En esta hipótesis la mejor
explicación de que 30 años después no se tenga
identificado a ningún sospechoso nos hace pensar que todos
podemos asesinar y ser asesinados impunemente siempre que no tengamos
relaciones con los autores o las víctimas. Es decir, que existe
el crimen perfecto en los casos sin por qué, cómo,
cuándo, dónde y el qué relacionables con autores y
víctimas. Se plantea un irresoluble problema criminalistico
cuando el terrorismo indiscriminado en el que el terrorista no tiene un
objetivo, o alguien decide matar por matar sin beneficio ni motivo. Un
buen ejemplo de ello se narra en la magnífica novela de Truman
Capote "A sangre fría",
que ha sido comentada en la página de Internet http://www.cita.es/comentando
SEGUNDA
HIPÓTESIS.- Que el autor sea también una
víctima, es decir, que se suicidase intentando además
enmascarar su autoría. Esa es la hipótesis del
fiscal-jefe del caso de los Galindos, ya jubilado, Alfredo Flores, pero
si es fuera así, probablemente ya nunca pueda ser confirmada y
quedará en la incertidumbre de los casos no resueltos en los que
el asesino se lleva consigo todas las pistas, indicios y datos
necesarios para resolver el caso.
y TERCERA
HIPÓTESIS.- Posiblemente la más aterradora de
todas, en la que el autor o autores conocerían los medios de
investigación, y peor aún, que hubieran interferido en la
investigación. Todos los crímenes policiales son muy
difíciles de investigar, porque el investigado se sabe
investigado, y tiene poder y oportunidad de investigar, despistar,
coaccionar o eliminar a quien le investigue. Son los llamados delitos
de inteligencia, que suelen quedar en la impunidad, porque mientras
mantengan el control de los medios de investigación
podrán impedir que ésta avance. En todos los casos no
resueltos, incluyendo los de desaparecidos, siempre cabe la posibilidad
de que el auténtico delito sea el de quien debería
esclarecerlo. En este sentido, se recomienda leer atentamente el
trabajo sobre policiología
forense publicado en http://www.cita.es/policial
Hasta donde hemos podido conocer, no existe ningún dato cierto y
confirmado que sea contradictorio con ninguna de las 3 hipótesis
anteriores. Es posible que exista alguna otra que me gustaría
mucho poder analizar con otros expertos. El debate está abierto,
y yo estoy dispuesto a revisar todas y cada una de mis
hipótesis, e incluso a descartarlas si se me demuestra que
alguna de ellas es imposible, y también quiero conocer otras
hipótesis que yo no alcanzo a imaginar en este momento.
Algunas noticias publicadas sobre el crimen
de los Galindos
El quíntuple crimen de Los
Galindos cumple 30 años sin ninguna pista sobre el móvil
ni sus autores
Cinco personas fueron asesinadas en el
cortijo sevillano con armas distintas
Efe, Sevilla
El quíntuple crimen del cortijo sevillano de "Los Galindos",
ocurrido el 22 de julio de 1975, cumple 30 años sin que el
tiempo transcurrido ni la prescripción del delito, ocurrida en
1995, hayan aclarado nada sobre el móvil ni sobre sus autores.
El crimen de "Los Galindos", uno de los más famosos y
sangrientos de la España del siglo XX, ocurrió en una
calurosa tarde de julio en un cortijo de la localidad de Paradas,
distante 50 kilómetros de Sevilla, donde cinco personas fueron
asesinadas con tres armas distintas.
Las víctimas fueron el capataz del cortijo, Manuel Zapata, y su
esposa Juana Martín; el tractorista José González
y su esposa Asunción Peralta; y el también tractorista
Ramón Parrilla, todos ellos de edades comprendidas entre 30 y 60
años.
El capataz y su esposa fueron asesinados a golpes con una pieza de
acero, Ramón Parrilla de disparos de escopeta, y el otro
tractorista y su esposa fueron golpeados y quemados sobre un
montón de paja en un cobertizo.
El día 22 de julio de 1975 fueron hallados todos los
cadáveres excepto el del capataz, lo que llevó a centrar
todas las sospechas sobre él hasta que tres días
después su cuerpo fue encontrado en la parte trasera del
cortijo, oculto bajo unas pajas, y la autopsia determinó que
posiblemente fue el primero en morir.
Su esposa fue encontrada en el dormitorio de su casa, situada en una de
las alas del cortijo, con regueros de sangre que indicaban que
había sido transportada al menos por dos personas, y el
tractorista Parrilla apareció en el camino de acceso, a unos
doscientos metros de la vivienda, tras haber recibido un primer tiro en
el cortijo y luego ser alcanzado y rematado al intentar huir.
A partir de ahí comenzó una exhaustiva
investigación en la que hubo todo tipo de hipótesis:
crimen pasional, motivo económico, reyertas y drogas, aunque
ninguno llegó a reunir suficientes pruebas ni siquiera con ayuda
de una exhumación de los cadáveres realizada ocho
años después.
Alfredo Flores, ex fiscal jefe de Sevilla que se jubiló hace
unos meses, destacó en su despedida ante la prensa que este caso
fue uno de los más llamativos de su carrera y dijo que, pese a
todas las hipótesis posteriores, "la versión que
más me cuadra fue la primera de un crimen pasional" cometido por
uno de los hombres fallecidos.
El sumario prescribió en 1995 al haber transcurrido veinte
años, tal como prevé el Código Penal, por lo que
incluso si el autor o autores confesasen ahora, lo que no ha ocurrido,
no podrían ser juzgados ni condenados.
El crimen ha dado lugar a cientos de artículos
periodísticos, a varios libros como los de Alfonso Grosso y el
periodista sevillano Francisco Gil Chaparro, y a una película
protagonizada por Lola Flores.
Gil Chaparro, el periodista que más sabe en Sevilla sobre el
crimen después de años de investigaciones, define el
suceso como "el más sobrecogedor de la España negra" pero
también "el más burdo y perfecto".
CRÓNICA NEGRA
El crimen de Los Galindos
Por Francisco Pérez Abellán
Zapata, que confiadamente hablaba con el asesino, sentado en su
despacho, no esperaba en modo alguno que este le agrediera con el trozo
de la pieza rota de la empacadora con la que jugueteaba hacía un
rato. Inesperadamente, el criminal atacó al capataz por la
espalda golpeándole el cráneo hasta destrozárselo.
Por los tiempos en los que sucedió el crimen, el cortijo Los
Galindos era una propiedad rentable y bien cuidada. Estaba al cargo de
Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, el capataz,
y de su mujer, Juana Martín Marcías, de cincuenta y tres.
Igualmente contaba con tractoristas y jornaleros fijos. La propiedad
estaba situada a 3 kilómetros de la localidad sevillana de
Paradas, entre las poblaciones de Marchena y Carmona, por la carretera
llamada de El Palomar. Paradas es un típico poblado andaluz de
calles limpias, muy embellecidas por sus moradores, que muy poco antes
habían logrado el primer premio en un concurso convocado para
galardonar a los pueblos mejor cuidados. La localidad de Paradas
está situada a 500 kilómetros de Madrid y a 53 de
Sevilla. El último censo que precedió al rosario de
muertes que acabaría con cinco de sus vecinos fue de 10.106
habitantes.
Los Galindos era una propiedad de unas 400 hectáreas de tierra
agradecida que daba buenas cosechas de trigo, cebada, girasol y
aceituna. A los entonces propietarios, los marqueses de Grañina,
les había llegado a través de la compra por el hermano de
la marquesa, Francisco Delgado Durán, que la adquirió en
1950, cuando apenas tenía veinte años. A su muerte,
ocurrida trágicamente en un accidente de automóvil en
Portugal, el 19 de febrero de 1969, pasó a manos de sus padres,
que la cedieron a su hija casada con Gonzalo Fernández de
Córdoba y Topete, marqués de Grañina. Al cortijo
se accedía por un camino de tierra rojiza que tenía
algunos árboles. Al entrar, la vista se topaba al fondo con el
cobertizo con balas de paja apiladas. A la izquierda estaban las
viviendas, la más cercana y mejor surtida, la de los marqueses;
y un poco más a la derecha, mucho más modesta, la que
ocupaban el capataz y su mujer. Al otro lado del un patio cerrado con
una tapia estaba la Casa de máquinas, donde se guardaban los
aperos de labranza y junto a ella el granero, todo dispuesto alrededor
de un patio por el que circulaban sin dificultad los tractores.
La mañana del 22 de julio de 1975, el tractorista José
González, de veintisiete años, trasladó la orden
de Zapata al recadero del cortijo, Antonio Fener, para que marchara al
campo con los otros labradores a "acuchillar" a los pies de los pinos,
lo que no era muy habitual. Quedaron en el cortijo solos Zapata, Juana
y José hasta pasado el mediodía, cuando José fue
requerido probablemente a instancias del asesino para ir al pueblo a
recoger a su mujer, Asunción Peralta, de treinta y cuatro
años, que había trabajado como temporera en Los Galindos
antes de casarse. Seguramente aquel encargo tenía como objetivo
aclarar algún sucedido en la finca o debatir un secreto del que
Asunción participaba. Mientras José González se
dirigía a su casa en su coche SEAT-600 color crema, en Los
Galindos se desató la tragedia. Zapata, que confiadamente
hablaba con el asesino, sentado en su despacho, no esperaba en modo
alguno que este le agrediera con el trozo de la pieza rota de la
empacadora con la que jugueteaba hacía un rato. Inesperadamente,
el criminal atacó al capataz por la espalda golpeándole
el cráneo hasta destrozárselo. Debía obedecer a un
plan preconcebido porque acto seguido se dirigió en busca de
Juana a la que conocía de sobra, que le había visto
entrar y conversar con su marido, por lo que no podía dejarla
viva. La atacó con la misma arma. Pero esta vez de frente,
golpeándole el rostro varias veces hasta que le quedó
aplastado, con el aspecto de una máscara de goma. El asesino no
actuaba solo y así quedó patente al observar el rastro de
sangre que dejó en el suelo. Primero un enorme manchón
correspondiente a un cuerpo arrastrado pesadamente y después un
goteo que marca cómo el cuerpo fue izado, probablemente sujeto
por pies y axilas hasta ser depositado en el dormitorio, donde
también dejaron la pieza de la empacadora con la que la
habían matado. Al salir, los asesinos cerraron la puerta con un
candado. Instantes después regresó González que
venía con Asunción. Fueron recibidos por los criminales
que les apuntaban con la escopeta de Zapata. Sin intercambiar apenas
palabras –los crímenes se sucedieron de forma muy rápida,
probablemente entre las tres y las cuatro de la tarde—, nada más
salir del coche, la pareja fue empujada hacia el cobertizo. Allí
fueron vilmente asesinados a tiros y golpes así como rociados de
gasolina y gas-oil. En ese momento debió llegar alguien
inesperado: era el tractorista Ramón Parrilla, de cuarenta
años, que se había quedado sin carburante. De repente se
vio encañonado por una escopeta. Trató de huir pero
inmediatamente le dispararon. Se protegió con los brazos donde
recibió dos descargas. Sangrando y con los brazos destrozados
dejó un reguero de sangre por el itinerario de su escapada
imposible, primero hacia el interior del casería y, finalmente,
hacia la salida de la finca, por el camino de tierra roja. Pero no pudo
ir muy lejos: en una zanja, junto a un árbol, se derrumbó
herido de un disparo que le entró por la espalda. Allí
caído fue rematado sin piedad. Debían de ser las cuatro
de la tarde pasadas. Los asesinos cubrieron el cadáver de
Parrilla con paja, siguiendo un extraño ritual que les
llevó a ocultar el cuerpo de Zapata, a encerrar el de Juana con
un candado, y finalmente a quemar los del matrimonio González.
A las cuatro y media, una espesa columna de humo se levantaba del
caserío de Los Galindos alarmando al recadero Fenet y a los
otros trabajadores que corrieron hacia la casa porque pensaron que
estaba ardiendo. Al llegar descubrieron la paja del cobertizo que se
quemaba con extraña violencia. Se acercaron y notaron que
debía estar empapada de combustible porque ardía de una
forma especial. Además, de las pacas se desprendía un
denso y sospechosos olor. Buscaron al capataz sin encontrarlo, pero en
seguida vieron la sangre, casi a la vez que descubrían los
cadáveres consumidos del matrimonio González. Ni siquiera
podían imaginar que eran ellos. Inmediatamente fueron al pueblo
a dar aviso a la Guardia Civil. El comandante del puesto, un cabo,
acompañado de un número, se desplazó al cordel
puesto, un cabo, acompañado de un número, se
desplazó al cortijo donde pudo comprobar el extraño caso
que se le presentaba. Tras recorrer las dependencias de la vivienda del
capataz siguiendo los rastros de sangre llegaron ante la puerta cerrada
con el candado. Sin saber qué podían encontrarse al otro
lado, descerrajaron el candado de un tiro. Una vez abierta la puerta se
encontraron con la macabra escena de Juana tendida en la cama con el
rostro aplastado. Habían mucha sangre, y ya los vecinos del
pueblo, que se habían acercado en gran cantidad al saber que
algo raro sucedía en Los Galindos, habían descubierto que
el reguero que iba hacia fuera terminaba junto al camino de acceso,
exactamente en un lugar oculto por un montón de paja. Fue
suficiente trastear un poco allí para que quedara al descubierto
el cadáver del tractorista Parrilla, el único que
resultaba reconocible.
El crimen de Los Galindos fue un asesinato complicado, lleno de matices
que no habría sido difícil de resolver si hubiera
ocurrido en una gran urbe con toda clase de medios para la
investigación criminal, pero en Paradas, un pueblecito
desprevenido, con un pequeño cuartel de la Guardia Civil,
resultaba casi imposible enfrentarse a tanta complicación.
Además, los vecinos andaban toqueteándolo todo: la pieza
de la empacadora que fue el arma criminal, el SEAT-600 de donde sacaron
la escopeta que los asesinos habían abandonado allí tras
los crímenes, las ropas y cuanto podía ser susceptible de
ofrecer una pista a los investigadores. Quedaron conculcadas todas las
reglas que es preciso seguir para salvar huellas y además se
sacaron conclusiones precipitadas.
Tanto los vecinos como la Guardia Civil encontraron cuatro
cadáveres mutilados y fríamente asesinados y echaron en
falta al capataz de la finca, Manuel Zapata. No aparecía por
ninguna parte. Así las cosas parecía lógico pensar
que era el responsable de tanta muerte. Por eso todos los efectivos se
pusieron inmediatamente a buscarlo. Mientras se había dado aviso
de lo que había ocurrido a los marqueses, presentándose
en seguida el marqués, Gonzalo de Córdoba, y el
administrador de la finca, Antonio, su mano derecha. Pero en aquel
momento lo único que importaba era encontrar a Manuel Zapata, a
quien se le creía perdido en el campo, loco y armado. Aunque lo
buscaron incansablemente, no lo encontraron. Peinaron la finca,
revisaron las construcciones del caserío y patrullaron los
alrededores sin resultado. Sorprendentemente, al llegar la oscuridad,
el marqués y su administrador pasaron la noche solos en Los
Galindos. Durante el día 23 se siguió buscando sin
resultado. No fue hasta la mañana del 25 cuando el cuerpo de
Manuel Zapata fue finalmente hallado, aparentemente en el mismo lugar
donde lo habían arrojado los asesinos: detrás de la Casa
de máquinas, muy cerca de la pared, en el hueco de un
árbol, cubierto de paja. En un lugar imposible para estar oculto
tanto tiempo. Precisamente allí había orinado entre tanta
búsqueda un policía municipal de Paradas sin percatarse
de que estaba el cadáver de Zapata, aunque a lo peor fue puesto
allí con posterioridad. Podemos considerar casual la
última muerte, la de Parrilla, pero los dos matrimonios estaban
relacionados. Estos cuatro sabían algo comprometedor que se
llevaron a la tumba.
Más de veinte años después, ninguna de las
numerosas incógnitas que rodean el quíntuple asesinato de
Los Galindos ha sido aclarada, aunque el tiempo no ha transcurrido en
vano: la hipótesis policial que señalaba como autor
material al tractorista José González, que según
esta habría matado a los demás y se habría
suicidado después, fue desmontada y desmentida. Es la
única justicia que se ha hecho en el caso Los Galindos.
http://www.tinet.org/~jcgg/Policiacos/Los_Galindos.htm
El Crimen de Los Galindos
EL 22 de julio de 1.975, bajo un sol de justicia, el cortijo de “Los
Galindos”, propiedad del Marqués de Grañina y cercano a
Paradas (Sevilla) fue testigo de un suceso espeluznante. Cinco buenas
personas fueron asesinadas entre la una y las tres de la tarde: Manuel
Zapata Villanueva, capataz, Juana Martín Macías, su
esposa; José González Simón, tractorista, su
esposa Asunción Peralta Montero y otro tractorista suplente,
Ramón Parrilla González. ¿Por qué fueron
asesinadas y por quién? Nunca se ha sabido quién o
quienes lo hicieron aunque el móvil bien pudiera ser
económico.
Jornaleros que trabajaban alejados de las edificaciones de la finca
vieron una columna de humo. Temiendo que se tratara de un incendio
corrieron a apagarlo. Vieron paja ardiendo cerca de un tractor con el
depósito lleno de combustible cerca de un bidón de gasoil
e intentaron apagarlo. Entre la paja que ardía había dos
cuerpos, uno de los cuales estaba completamente calcinado. Corrieron a
avisar al capataz pero no fue hallado y su mujer tampoco. No
había nadie. Pero sí que había un reguero de
sangre desde la puerta de entrada de su despacho hasta un árbol
que bordeaba la carretera. Al pie del árbol, cubierto a medias
con paja, estaba el cadáver del tractorista Ramón
Parrilla con el pecho y los brazos acribillados por disparos de
escopeta.
Avisada la Guardia Civil, el cabo comandante del puesto Raúl
Fernández y un guardia acudieron al lugar. Vieron sangre bajo la
puerta de la vivienda del matrimonio Zapata y el cabo la abrió
de una patada. Encontró un gran charco de sangre que
parecía indicar que se había arrastrado un cuerpo hasta
el recibidor. Llegó a la puerta de la alcoba y estaba cerrada
con candado. Disparó la pistola sobre el candado y entraron en
el cuarto.
El cuerpo de Juana Martín estaba con el rostro destrozado con
una barra de hierro de más de medio metro de largo que estaba
sobre un mueble. Como faltaba Zapata se le atribuyeron las muertes pues
ya se sabía que los restos calcinados en la paja eran del
tractorista González y de su mujer.
Algunas personas le habían visto llegar al pueblo en un SEAT 600
entrar en su casa y salir con su mujer en dirección a la finca
muy rápidamente, según manifestó el guardabarrera
que les vio pasar. Se sospechó que José y Juana se
habían enterado que Zapata y Asunción mantenían
una relación y José la llevaba al cortijo para que lo
declarara y, al enfurecerse el capataz los mató a los tres y
echó a correr. Fue sólo una sospecha.
Se perdió un tiempo precioso –tres días- lo que pudo ser
la causa del fracaso de la investigación. Se descuidaron las
inspecciones oculares desapareciendo las huellas y rastros necesarios
para localizar al autor o autores de la matanza. La perra propiedad del
asesinado capataz fue empleada por la Guardia Civil para rastrear. El
animal volvía invariablemente al cortijo y olisqueaba en un
montón de balas de paja.
A base de escarbar encontró el cuerpo de su amo ya descompuesto.
Había sido la primera víctima. Le habían golpeado
en la nuca con la barra de hierro que era una pieza de la empacadora.
La misma que usaron también para matar a su mujer.
La autopsia de Juana reveló que las heridas que le produjeron la
muerte habían sido lavadas muy posiblemente en un intento de
reanimarla. Esto hizo pensar que González, casi sin fuerzas para
cargar con el cuerpo de Juana, había ido en busca de su mujer lo
que explicaría que el arrastre del cuerpo terminó cuando
entre los dos pudieron levantarlo. De ahí las marcas de goteo
que llegaban hasta la alcoba en donde lavaron las heridas. Los asesinos
los vieron y los mataron.
Zapata había ido a la cercana Paradas a hacer algunas gestiones
bancarias y regresó al cortijo después de las 12. Alguien
le esperaba pues se cambió de ropa rápidamente. El
administrador había estado en el cortijo temprano.
En la diligencia de autopsia se apreció que Manuel Zapata
debió de estar dentro de alguna habitación de la casa
sentado con una pierna encima de otra como si estuviera hablando frente
a alguien. Y detrás de él una persona muy fuerte
esgrimió la barra de hierro golpeándole hasta matarlo. El
cadáver quedó en el lugar del crimen y permaneció
sentado.
Ya rígido, sin que nadie lo viera, fue sacado en la silla
poniéndolo en el montón de balas de paja. Los asesinos
sólo querían matar a Zapata pero no tuvieron más
remedo que asesinar a los que iban llegando pues eran conocidos.
Debieron de quedarse con dinero que faltaba en algún lugar. Daba
la impresión de que eran unos chapuceros afortunados que
además provocaron una mala investigación por parte de la
Guardia Civil.
Antonio Moreno, un juez especial designado para este caso
manifestó años más tarde que las primeras horas de
las investigaciones ya determinaron el fracaso de la
localización del criminal o criminales. Fue dificultosa la
primera inspección ocular del lugar de los hechos pues los que
curioseaban por el lugar y los medios de comunicación que
acudieron, entraron en el cortijo y destruyeron numerosas pruebas. La
Guardia Civil hizo lo mismo al carecer de experiencia para llevar las
investigaciones de este suceso tan espectacular.
Dos cadáveres fueron encontrados acostados en sus camas sobre un
enorme charco de sangre y los fotógrafos y la televisión
pudieron filmar y fotografiar la habitación ordenada, tras ser
adecentada para este menester. Los asesinos tuvieron bastante suerte y
eligieron la fecha premeditadamente. No había juez titular, ni
forense, y los mandos de la Benemérita estaban de vacaciones.
El delito, que marcó aquella época, ha prescrito hace
unos ocho años, lo que quiere decir que en el caso de que el
asesino o asesinos fueran hallados no podrían ser enjuiciados,
condenados ni encarcelados. Hasta podrían ganar millones
presentándose a contar su “hazaña” en cualquier programa
de televisión basura.
Fdo. Capitán Centellas.
Aproximación al origen y desarrollo del
periodismo de investigación en Andalucía
http://www.us.es/grehcco/ambitos03-04/03reig.pdf
3.2.8. El crimen de Los Galindos
Francisco Gil Chaparro, periodista de El Correo de Andalucía,
lleva a término en 1995 la reconstrucción de los hechos y
la aportación de nuevos datos
acerca del conocido como «crimen de Los Galindos», un
asesinato múltiple y no resuelto que se cometió en el
cortijo del mismo nombre, situado en la localidad
sevillana de Paradas. El suceso inspiró a Alfonso Grosso la
novela Los invitados que fue llevada al cine.
Los asesinatos tuvieron lugar en julio de 1975. Veinte años
después, y cuando ya el delito estaba prescrito desde la
óptica judicial, Gil Chaparro publicó
en el citado diario un reportaje dividido en doce capítulos en
los que daba a conocer algunos datos -sobre todo documentos
gráficos- hasta entonces ignorados
por el público. Los reportajes fueron editados con posterioridad
en un libro que contiene unas palabras introductorias en las que el
periodista nos narra lo esencial de su método de trabajo:
«Fueron horas y horas dedicadas en exclusiva a Los Galindos, con
seguidas visitas a la Hemeroteca Municipal, con continuadas entrevistas
con jueces, fiscales,
abogados, agentes policiales y personajes de Paradas y de su entorno,
de los que en la mayoría de los casos recogí sus voces en
una pequeña grabadora con la única intención de
que la fidelidad y la ausencia de improvisación o la
interpretación especulativa fuera la base de mi reportaje; sino
más bien al contrario: la realidad de lo que cada uno de ellos
me contara» .
Bibliografía
específica del crimen de los Galindos
GROSSO, Alfonso: Los invitados, Ed. Planeta, Barcelona, 1978. La novela
fue finalista del Premio Planeta que anualmente convoca la editorial.
GIL CHAPARRO, Francisco: El crimen de Los Galindos, Colecció—n
Ambitos para la Comunicaci—ón, Serie Testimonios
Period’ísticos, Grupo de Investigaci—ón en Estructura,
Historia y Contenidos de la Comunicació—n, Universidad de
Sevilla, 1999.
Comentario
final (previo al debate)
Repito que, hasta donde hemos podido conocer, no existe ningún
dato cierto y
confirmado que sea contradictorio con ninguna de las 3 hipótesis
que he propuesto anteriormente. Es posible que exista alguna otra que
me gustaría mucho
poder analizar con otros expertos. El debate está abierto, y yo
estoy
dispuesto a revisar todas y cada una de mis hipótesis, e incluso
a
descartarlas si se me demuestra que alguna de ellas es imposible, y
también quiero conocer otras hipótesis que yo no alcanzo
a imaginar en
este momento. En todo caso, agradecería el acceso a la
documentación completa de los autos judiciales, y el apoyo para
conseguir que sean escaneados y publicados en un CD-ROM al amparo del
artículo 105 de la Constitución Española, porque
considero, sinceramente, que es un caso digno de ser expuesto en el
Congreso de Criminalística a celebrar en Iguazú, del 16
al 19 de agosto de 2006, según se anuncia en http://www.cita.es/congreso/criminalista
Un análisis
criminalístico del crímen de los Galindos
para Canal 9 y EL MUNDO TV, en directo el 28.11.05, a las 24 horas
con tres hipótesis criminalísticas, abiertas a la
discusión y al debate
Fdo.:Miguel Ángel Gallardo
Ortiz,
ingeniero y criminólogo,
PERITO JUDICIAL PRIVADO
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